“Empecé a ir a la ludoteca a los 9 años, porque estaba cerca de mi casa. Luego me gustó ver cómo los niños ayudaban a otros niños a reconocer sus capacidades e inteligencias, y así quise ser ludotecaria” recuerda Andrea, que está a punto de terminar el colegio.
Andrea vive en Ventanilla, donde World Vision apoyó la propuesta de los mismos niños para crear espacios seguros donde puedan jugar y disfrutar de juguetes, libros, instrumentos musicales y dinámicas. Hoy en Ventanilla existen 15 ludotecas comunitarias.
“Antes era tímida, me costaba hablar. En los talleres de ludotecarios nos decía que nosotros éramos líderes y ejemplo para los más pequeños es por eso que poco a poco fui perdiendo el miedo”, recuerda Andrea.
Sus amigos de barrio le decían que ella estaba perdiendo el tiempo. Ella respondía “así como a ti te cuidaron, tú también tienes que cuidar a los más pequeños”. “Había niños que a veces estaban tristes, era lindo ver luego sus sonrisas y cariño”, comenta.
Hace un año, en el verano del 2011, Andrea siguió los talleres de emprendimiento promovidos por World Vision en Ventanilla, sobre minicheff e industrias alimentarias. Es así como junto a un grupo de amigas empezó un pequeño negocio: elaboración y venta de chocolates.
El negocio está creciendo poco a poco. Pero ella ha decidió volver a las ludotecas, porque está convencida que así como otros ludotecarios la ayudaron a crecer, ella tiene que seguir ayudando a otros. Quizás por eso ha decidido estudiar medicina: para seguir ayudando y que más niños, como ella alguna vez, desarrollen su potencial.