Lidia tiene 18 años y vive en la comunidad Saysayhuam, Ccatcca en la región Cusco con sus hermanos Lina (7), Benjamin (9), Betzayda (11), Griselda (13) y Samuel (16); y sus padres quienes se dedican a la agricultura y artesanía.
“Cuando empezó la cuarentena vi cómo cambió todo. Mis padres ya no podían trabajar y no entraba ni un sol a mi casa. Yo tampoco pude seguir trabajando y me di cuenta que ya no podía pagar las mensualidades. En mi casa, mis hermanitos necesitaban ayuda para hacer las tareas que les dejaban en la educación a distancia y mis papás no podían guiarlos”.
Juan y Sofía, padres de Lidia, no tuvieron la oportunidad de terminar la primaria y sienten una enorme frustración al no poder ayudar a sus hijos en su educación. Gracias al contacto diario a través de llamadas telefónicas que reciben del personal de World Vision en Perú, ellos reciben información para orientarlos cómo aprovechar el programa educativo “Aprendo en Casa”.
A través de llamadas diarias a familias de seis regiones del Perú, World Vision puede saber con qué medios cuentan para escuchar y/o ver las clases, si tienen comunicación con los docentes, qué dificultades atraviesan en el aprendizaje de los estudiantes, entre otros tópicos. Además, les brinda información sobre protección y prevención en el marco del COVID 19.
“Gracias a todos los consejos y la información, me di cuenta de que podía hacer algo más, tenía que ayudar a mis hermanos como mis padres me ayudaron a mí para salir adelante. Es así que, como no podía estudiar ni trabajar por el aislamiento social, decidí convertirme en su profesora y colaborar a que mis padres tengan una preocupación menos”.
Ayudar a sus hermanos la hace sentir feliz. Lidia ha coordinado con cada profesor y se ha unido a todos los grupos de whatsapp por donde debe enviar los trabajos que diariamente les piden los docentes. Pero esto no es tan sencillo como parece.
“Todos los días subo al cerro muy temprano con mis hermanitos para buscar señal de Internet, ya que en mi casa no tenemos. Escuchamos las clases de cada uno y luego nos comunicamos con sus profesores para que nos digan la tarea del día. Cuando terminamos, bajamos nuevamente hasta nuestra casa. Llegamos casi a la hora del almuerzo y ayudamos todos a mamá”
Por las tardes la casa se vuelve un salón de clases donde Lidia es la profesora. Ella ayuda a sus cinco hermanos a hacer sus tareas y casi al anochecer sube nuevamente al cerro para enviarlas a los profesores. Muchas veces también tiene que imprimir fichas de trabajo para sus hermanas más pequeñas. Esto significa salir de la comunidad y caminar por horas para trasladarse a otro distrito donde haya una impresora y lograr el objetivo.
Al pasar los días, Lidia se dio cuenta que así como ayudaba a sus hermanos, también podría ayudar a sus sobrinos y a las niñas y niños de su comunidad. Y así lo hizo. Ahora se ha sumado a su rutina pequeños estudiantes de comunidades cercanas que ven en ella un modelo a seguir.
“Mi sueño es ser una profesional, sé que lo haré y así podré ayudar a mis padres y hermanos; además, soy el ejemplo para ellos. Cuando uno de mis hermanos me dice que quiere ser como yo, me dan más ganas de que todo esto pase para poder trabajar y estudiar nuevamente”.
Ella, al igual que muchas hermanas y hermanos mayores de comunidades rurales donde World Vision viene apoyando a los más necesitados, se han convertido en verdaderos Héroes Anónimos para la niñez más necesitada.